Viento

El viento había empezado a soplar un rato antes de que ellos dejaran el bar, las copas de los árboles se movían con mucha más intensidad que antes; de repente se había vuelto invierno la noche en el medio de la primavera y no dejaban de volar hojas verdes de un lado hacia otro.
Yuu y Shima caminaban uno al lado de otro, sin decir palabra alguna. Habían pasado la tarde y el principio de la noche conversando sobre sus planes a futuro y sobre las cosas que los inquietaban. Realmente se habían reído mucho durante las horas que habían gastado juntos, tan sólo acompañados por un par de vodkas y la música que sonaba en el interior del bar.
Shima, con sus sensuales movimientos y sus silencios tan característicos, había logrado captar una vez más toda la atención de Yuu y el muchacho de pelo negro no había podido despegar su vista de la forma tan sugestiva en la que Shima encendía un cigarrillo y lo fumaba cada vez que se tomaba una larga pausa de su breve discurso. No había nada imperfecto en él: su cabello marrón caía sutilmente sobre sus hombros, acariciando cada centímetro de su rostro, muy de vez en cuando acercándose hasta esos hermosos y carnosos labios, los labios que tentaban mucho a Yuu y lo hacían bajar al infierno imaginando cómo los mordería si tan sólo tuviera oportunidad…
Pero no podía. Yuu jamás perdería a la única persona que lo entendía en el mundo por un estúpido impulso. Aún pensaba en lo que sería su vida sin Shima y el corazón se retorcía en su pecho; recordaba los meses que habían pasado distanciados y tenía ganas de abrazar a Shima en cuerpo y alma y nunca dejarlo ir, recordaba esos meses en los que el chico de cabello marrón se había convertido en un desconocido y Yuu, en consecuencia, había sido una sombra de sí mismo.
Siguió caminando a su lado y Shima se acercó más a él, rozando su desprotegido brazo derecho con la manga de su abrigo. Yuu volvió a abrazarse.
- ¿Tenés frío? – Le preguntó el muchacho de cabello marrón.
- No realmente. – Respondió Yuu, temblando.
- Yuu… - Shima se detuvo, lo miró directo a los ojos y sonrió de manera muy dulce y sensual.
El aire en Yuu desapareció de un momento para el otro y se le secó la boca. De verdad sentía que nada sería capaz de responder en su cuerpo tras la sonrisa que le había regalado la persona que le quitaba el aliento.
Shima observó los labios del muchacho de cabello negro y volvió a mirarlo a los ojos. Y siguió caminando. Yuu se quedó quieto, estático, durante unos segundos, hasta que una ráfaga de aire frío golpeó su rostro. Inmediatamente después, apresuró el paso y se acercó hasta Shima, quien seguía avanzando en silencio.
- De verdad pasé una muy buena tarde, Yuu. – Le dijo.
- Yo también. Parece que no soy tan mal anfitrión después de todo.
- Para nada. Sos mejor de lo que esperaba.
- Te extrañé mucho. – Las palabras salieron de la boca de Yuu casi como una catarata. Shima se detuvo, lo observó temblar y lo tomó más por sorpresa que nunca: le dio un abrazo y acarició el cuerpo del chico desprotegido de cabello negro.
- Te extrañé tanto que dolía el simple hecho de recordar tu rostro. – Le confesó Shima, en voz muy baja y sin dejar de abrazarlo.
Yuu se deshizo del abrazo, de verdad no le gustaban los abrazos, o eso quería hacerle creer al mundo, debido a su miedo a ser herido por alguien más, más precisamente por el hombre que lo sostenía en sus largos y fibrosos brazos, los únicos que podrían curar el frío de su alma.
Yuu tomó un poco de aire y habló.
- Tengo que irme. – Le confesó.
- ¿Tan pronto? – Le preguntó Shima.
- Sí.
- ¿Vas a volver?
- No podría dejar de volver a tu lado. Siempre voy a tener todo el tiempo del mundo para volver a tu lado… Pero no se lo digas a nadie.
- Tranquilo, señor de piedra. Nadie va a enterarse.
Se abrazaron una vez más. Yuu paró un taxi y se subió, dejando atrás a la persona que le había robado el corazón.

- Te amo, estúpido. Te amo. – Se dijo Yuu a sí mismo, mientras Shima seguía mirando el auto que se alejaba por la avenida principal.

My love story


A smile… She smiled at me and had my heart, she had it for good. 
She promised me something I wanted for a long time: a broken heart to fix.
I was willing to protect it, I knew I was going to mend it… And I did, I fixed her heart and made it unbreakable, I made her happy. After that, she got curious about the outside world, about other things, about other needs…
She asked me to wait for her, to let her explore the world and then come back home, next to me, where she belonged.
I was willing to lose. I wanted to wait for her. I promised her I’d give everything I had: my mind, to enchant me with her words; my soul, to get filled with hope; my body, to warm her at night; my heart, to make her feel loved and adored…
I waited, I let my dreams grow and I let that damned feeling get fed up by the hope of seeing her pretty smile again… And I saw it, but she wasn’t smiling for me. I tried to avoid the fact that she was no longer mine and asked her to stay by my side and never let go, but she couldn’t fulfil her promise.
She ordered me to stay away, to let go and never look back.
I cried out her name, in pain, I let my tears run down my face, and all she could say to me was “please, leave me alone, I don’t want to love you, ever again”.

A decir verdad, no disfruto de esta distancia; tampoco me llena de alegría el hecho de que ya no tengamos más que algunas palabras en común, pero no puedo culparte de semejante cosa… Y no puedo culparme a mí misma. Sería injusto arrojar acusaciones sobre alguno de los dos sabiendo que ambos fuimos responsables.
Ambos tuvimos mucho que ver. Esa indescriptible necesidad de arrojar nuestros cuerpos al vacío y disfrutar con cada golpe que nos dimos surgió por mutuo deseo; los dos buscamos la tan ansiada libertad de ese trillado sentimiento que todos llaman “amor”, pero nunca pudimos encontrarla y, en su lugar, hallamos la prisión de nuestros propios corazones.
Y ahora sólo escribo para despedirme, para poder decirle “adiós” de una manera justa a todo lo que nos ata, a ese simple afecto que sentimos el uno por el otro. Y no te dejo con un sabor amargo, no; esta es una dulce despedida, ya que estoy totalmente segura de que, aunque sucedió de manera fugaz, tus ojos supieron iluminarse más de una vez que se conectaron a los míos.

Sería incapaz de darle algo tan preciado a alguien que sólo quiere de mí las más bajas emociones.
Sería incapaz de dejarme usar así por alguien a quien alguna vez admiré y ahora me da asco.
Sería incapaz de darle mi corazón a alguien que sólo lo quiere para burlarse de mí.
Sería incapaz de curar tus heridas, porque eso implicaría cortar más profundo sobre mías.
Sería incapaz de volver a quererte como antes, mataste la capacidad de amar que había despertado en mi corazón.