Mi Alexis:

A veces las dudas me asaltan, muchas preguntas me invaden… ¿Nunca se te ocurrió cuestionar cómo sucedían algunas cosas en este mundo? ¿Nunca sentiste curiosidad sobre lo que muchos llaman destino, ni tuviste una necesidad bestial de meterte en él y averiguar el por qué de todo lo que viviste?
A mí, particularmente, me hubiera encantado saber por qué llegué hasta acá, qué fue lo que me encerró en lo que ambos vivimos. Desearía saber qué giro retorcido del destino decidió que me quedara atrapado y no pudiera avanzar por miedo a perderte.
Te preguntarás ahora qué es lo que me pasa, por qué se me ocurrió empezar desde las primeras líneas de una manera tan particular… Bueno, existen diferentes variables que me condujeron a esto. Y, a decir verdad, ni yo sé qué estoy haciendo, creo que no tengo ni idea de tamaña locura que estoy a punto de cometer, aún así me arrojo al estanque lleno de agua y de tiburones y comienzo una carta de la manera menos convencional.
¿Por qué?  Porque tengo mucho miedo. Hace bastante tiempo que un sentimiento me asalta el alma y tengo terror de admitir que ahí está, esperando agazapado para hacer desastres con mi corazón, para que ni vos, ni yo, ni nadie pueda detenerlo.
El amor es muy cruel, y por más que nos preguntemos un millón de veces cuál es la razón que nos puso en semejante situación como la de amar incondicionalmente a alguien, nunca encontraremos una respuesta, porque no existe respuesta válida para lo que la razón no puede controlar. 
Y la verdad es que yo te amo, Alexis. Te amo y eso está consumiéndome poco a poco. El amor que siento por vos se ha llevado lo mejor de mí y ha dado paso a la locura, pero no a una locura sana y disfrutable, como esa que tanto me gustaba saborear cuando estábamos juntos. No. El amor que siento por vos ha instalado en mi alma la locura animal, una locura que podría dañar hasta a la persona más sana y corromperla hasta los huesos. No te das una idea de lo mucho que padezco este amor, de lo mucho que duele verte caminar cerca de mí, pasear tranquila por la vida mientras yo me desarmo internamente, mientras el dolor me carcome y me obliga a mentirte todo el tiempo. 
¿Cuántas veces he fingido una sonrisa sólo para disfrutar cómo se iluminaba tu rostro al verla? Porque mi bienestar ha sabido preocuparte más que nada, incluso cuando aún no éramos amigos. Y nada me importa más que vos, que ver cómo esos ojos celestes se llenan de emoción al creer que soy la persona más feliz en este mundo. Pero no lo soy, porque cada recuerdo, cada caricia, cada beso desgarran mi alma de una manera infernal.
Todavía recuerdo la primera vez que hablamos de nosotros. Recuerdo ese deseo que tenías de llenar de besos cada centímetro de mi cuerpo y no dejar un lugar sin besar… Y cumpliste con tu promesa un tiempo después, no dejaste una parte de mi cuerpo sin ser ocupada por tus labios. No puedo olvidar lo que me hiciste sentir esa noche, nunca voy a poder hacerlo, porque mientras para vos no era más que placer, yo estaba entregándole mi cuerpo a la persona que amaba, estaba dándole todo al único ser al que le pertenecía, al único ser que había logrado conquistar mi corazón y mi alma.
Y como esa noche tuvimos muchas más, podría nombrártelas todas, recordarlas con detalle, contarte cuándo, cómo y dónde hicimos el amor hasta cansarnos, porque el amanecer y las responsabilidades nunca fueron un límite real para nosotros… 
Pero lo que sí es un impedimento para “nuestro amor”, es ese loco corazón tuyo, esas emociones incluso más incontrolables que las mías.  Lo que más me gustó de vos, lo que más me atrapó, desapareció en el momento en el que te diste cuenta de que estabas a un paso de enamorarte. 
¿Te acordás de ese día en el que me dijiste que vos eras un alma libre, un corazón que no iba a dejar entrar a nadie más? Eso ya no existe, son palabras que el viento supo llevarse para no volver a traerlas. Siempre amé esa libertad casi insoportable que te jactabas de tener, tu espíritu sensible pero feliz, a pesar de las adversidades; algo que desapareció ese día, cuando me dijiste “creo que siento algo por una persona”. Idiota yo, al pensar que de una vez y por todas me declararías tu amor, por creer en tu libre y estúpido corazón, por imaginar que tus malditos ideales podrían llegar a reconocerme a mí, esa persona que pasaba jornadas enteras a tu lado, durmiendo abrazado a una almohada porque no te gustaba que nadie te tocara cuando entrabas al mundo de los sueños. Ingenuo yo por creer que tus mejillas se teñían de rojo carmesí al imaginar mi rostro, o nuestros cuerpos unidos.
“Ya no vamos a poder vernos”, dijiste, “él me corresponde en cuerpo y alma”… Y mi mundo entero se desmoronó. Sonreí, como un estúpido, te abracé y te felicité. ¿Por qué hice eso? Supongo que fueron las ganas de verte feliz, que nunca puedo enterrar, las que me obligaron a darte mi bendición en lugar de cantarte mis verdades a la cara. Ese no era el momento indicado para confesarte mi amor, para declararme perdidamente enamorado de vos como lo estaba. Ahora tampoco lo es, pero si guardo todo esto en mi alma un día más sin decírtelo, va a matarme. Porque el amor no es algo que puede pasarse de largo y dejarse en el camino, como en cierto punto hiciste conmigo.
Aún recuerdo las promesas que nos hicimos el uno al otro, esas palabras tan lindas que endulzaban mis oídos y mi vida, esas palabras con las que me encantaste.
No puedo vivir de recuerdos, porque duelen, más aún cuando tu corazón le pertenece a alguien más. Por eso mismo estoy escribiendo esta carta, con lágrimas en los ojos, a pesar de lo mucho que me cuesta llorar, cada vez más desesperado con la simple idea de perderte después de que llegues al punto final; porque, a pesar de todo, te amo y te voy a amar siempre, vas a ser la dueña de mi corazón aunque pasen mil y un mujeres por mi vida. Ninguna de ellas va a asemejarse a vos, ninguna va a tener tus ojos ni tu forma de besar, ninguna va a tener esa dulzura que te caracteriza al acariciar ni esa sonrisa de ángel.
Tal vez esto no sea más que un castigo divino por la cantidad de gente que lastimé a lo largo de mi vida, todas las personas que pude llevar de la nariz y “amar” a mi gusto, nunca desde el fondo de mi corazón y sólo con el cuerpo.
Te pido perdón por haberme enamorado de vos, de la única persona que nunca pude poseer.
Te amo, desde el fondo de mi corazón, con el cuerpo y con el alma, con todo lo que soy y poseo. Sería capaz de dejarlo todo por pasar una noche más envuelto en tu cuerpo, embriagándome con tus labios, mirándote a los ojos mientras vuelvo a la vida desde las mismísimas tinieblas.

Para siempre.

Tu Sebastián.



Carta de amor.
Redactada el 20 de Octubre de 2012.

3 comentarios: