CANDY (primera parte)


Estacioné el convertible rojo en la entrada al complejo de edificios situado en las afueras de Tokio. Miré para todos lados. No había nadie ahí.
Era raro que mi amiga Candy no estuviera esperándome, ella era la puntual de las dos, la que llegaba veinte minutos antes a todo, la que me llamaba por teléfono para despertarme cuando teníamos que ir a pasear, porque sabía que yo no me despertaría por mi cuenta.
“Narumi, buenos días. Por lo que escucho en tu voz no te despertaste hasta que sonó el celular con mi llamado, ¿verdad?”, era lo que solía decirme cada vez que teníamos alguna intención de salir juntas. Su vos se oía insoportablemente fuerte hasta que le indicaba que ya me había levantado y que iba a bañarme; sólo en ese momento, me susurraba que me esperaría en tal o cual lugar, a la hora que ya habíamos acordado previamente.
Siempre era así con ella, me sacaba de mis más oscuros y profundos abismos con sólo una palabra y podía hacer lo que quisiera conmigo, porque iba a obedecerla de todos modos.
Yo tenía un carácter bastante particular, no era una mujer muy alegre, en realidad lo era, pero no de la misma manera que una persona “normal”. Las cosas que a mí me sacaban una sonrisa eran muy pocas y todas estaban relacionadas con Candy. Mi cara de póker o mi seño fruncido las veinticuatro horas del día eran cosas que sólo ella soportaba, ya que el resto del mundo se mantenía alejado de mí por miedo a que los mordiera. 
Candy, por el contrario, siempre tenía una sonrisa en el rostro, le regalaba un buen gesto hasta a su peor enemigo, era amable hasta con las cucarachas. Éramos tan diferentes que nadie entendía cómo habíamos sido amigas durante tanto tiempo.
Y ahí estaba yo, esperándola por primera vez en tanto tiempo, porque esa mañana no había llamado por teléfono, me había levantado una hora más tarde y, por consecuencia, estaba llegando una hora tarde a nuestro encuentro. Al cabo de veinte minutos, mi amiga seguía sin aparecer. Comencé a preocuparme, por lo que salí del auto, coloqué la alarma y me dirigí hacía el interior del complejo. No estaba exagerando, ya que ella me esperaba siempre, por más tarde que llegara a verla, nunca volvía a su casa enojada por haberla dejado plantada, ella sabía que eventualmente llegaría. Pero, esa vez no me había dado indicación alguna de dónde nos veríamos, lo mismo que hacía cada vez que debía pasar por su casa.
Toqué el timbre del departamento dos veces.
No recibí respuesta.
Agarré mi llave de emergencia y abrí. Me dirigí hacia la escalera y, preocupada, subí uno a uno los pisos hasta llegar al departamento de Candy.
Abrí la puerta sigilosamente con mi llave y, cuando logré estar adentro, me encontré con un panorama que no esperaba: Candy y un chico de cabello rojo estaban revolcándose en la alfombra, sus remeras en el suelo y sus bocas unidas.
La mujer que siempre había amado, estaba con alguien más.

~Continuará...~

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