No me gusta la persona que intenta conquistarme con una gran billetera abultada. Ese que tiene dinero a montones para atrapar a alguien, muchas veces es un ser cuadrado que no sabe cómo tratar a una mujer. 
El dinero me baja a la tierra, me saca las ganas de volar.
En mi caso, prefiero a alguien que me lleve a pasear por la orilla de un río, de noche, y me tome por sorpresa colocando sus brazos alrededor de mis hombros; alguien que de repente me de un beso, cuando nadie nos vea, creando un juego en el que seamos cómplices. Cómplices del deseo y la pasión y de las ganas de volar para nunca volver a tocar tierra firme.

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